·En ocasiones nos llega información casi sin darnos cuenta, hasta que en algún momento volvemos a tenerla presente.
Hace algunas semanas, algo tan simple como una talega colgada en una puerta me llamo la atención.
Es lo que tiene haber aprendido a conducir con quien ponía empeño en todo lo que hacía, quien casi sin querer transmitió a l@s que tuvimos la oportunidad de aprender, a hacer las cosas bien.
Mientras iba conduciendo, atento al tráfico, por supuesto, a quien anda por las aceras, a quien está en los coches aparcados, además de a las señales de tráfico, atento también a pequeños detalles, carteles, vallas publicitarias, y en este caso, incluso una talega·
Hace algunas semanas, algo tan simple como una talega colgada en una puerta me llamo la atención.
Es lo que tiene haber aprendido a conducir con quien ponía empeño en todo lo que hacía, quien casi sin querer transmitió a l@s que tuvimos la oportunidad de aprender, a hacer las cosas bien.
Mientras iba conduciendo, atento al tráfico, por supuesto, a quien anda por las aceras, a quien está en los coches aparcados, además de a las señales de tráfico, atento también a pequeños detalles, carteles, vallas publicitarias, y en este caso, incluso una talega·
·Una de las ventajas de ir con tiempo, es que en ocasiones puedes emplearlo en cosas que pueden parecer banales, sin importancia, pero que carajo, si no saboreo esos momentos, dejaría de ser un poco quien soy, y la verdad, no , ese día creo que tampoco fui a clase.
Inicialmente fue casi la impresión de haber visto algo que aparentemente estaba fuera de lugar, algo que parecía estar donde no es lo habitual.
Las talegas, esas bolsas de tela, dobladas por la mitad, cosidas por los lados, formando una saca, y que en la parte superior tienen una cinta, corrediza, que sirve para cerrarla.
Talega sencilla con ganas, hasta el punto de hacer popular la expresión "Más fácil que el mecanismo de una talega"
En otros tiempos, era habitual ver de madrugada, en la mayoría de las puertas o ventanas de las casas, una talega, en espera de que pasara quien había estado toda la noche amasando y haciendo el pan, para que al levantarnos pudiéramos saborear algo tan sencillo y rico como un cacho de pan calentito la mayoría de las veces, apenas untado en mantequilla, con una taza de café con leche humeante.
Después del primer mordisco al pan, humedecer un poco el pan, con la mantequilla en la taza de café con leche, para que poco a poco, se fundieran los sabores.
Era la época en que l@s vecin@s se conocían, se saludaban, se pasaban por las tarde, a veces incluso por las mañanas, a tomar café, a ayudar en lo que hiciera falta, a pintar parte de la casa, a encalar las paredes, época en que las casas, muchas veces estaban con la puerta apenas 'entornada', de forma que si querías pasar, solo tenías que quitar la aldaba, o tirar del cordón, para que al tiempo que se abría la puerta, entrabas saludando con un "Se puedeee", casi al tiempo, que desde alguna parte de la casa, llegaba la respuesta "Estás en tu casa, venga, pasa".
Desde esa época, no había vuelto a ver una talega en una casa. Y menos todavía en un ciudad, en una zona residencial.
Tanto me llamo la atención, que no quise dejar para otra ocasión comprobar que realmente era una talega lo que había visto colgada de la puerta.
Aproveché, di otra vuelta por la misma calle, ahora con calma, un poco más despacio, prestando atención además de a todo lo demás, a la zona donde me pareció ver la talega.
Y sí, allí estaba, colgada, cumplida ya su misión, con el pan (es de suponer por la hora) en su interior, sin rastros de quien lo había dejado, esperando que alguien lo recogiera, lo pasara al calor de la casa, lo pusiera en la mesa, y lo untara con mantequilla, con mermelada, puede que incluso lo destinarán a acompañar algún manjar, unos dátiles, unos higos secos, algún cachito de queso 'viejo', y si llegaba al mediodía algún plato de ropa vieja, algún potajito o vaya usted a saber.
Con este gesto tan sencillo, tomar prestados 5 minutos al resto del día, que es lo que tardé en dar la vuelta, tomar de nuevo esa calle, ver la talega, recordar la de veces que era yo quien recogía la talega de donde la habían dejado colgada, en casa de mis padres, para preparar el desayuno e ir a la aventura que suponía ir a la escuela.
Ese día, con algo tan simple, ya me sentí bien.
En ocasiones, al pasar por esa zona, he buscado la talega, he vuelto a pasar por esa calle, y la mayoría de las veces he visto la misma talega, o por o menos una con la misma tela, con el mismo color.
Ahora que ya sé que el hecho de que la talega estuviera colgada ese día no fué casualidad, estoy por ver si una de dos, encuentro un día a quien pone el pan, para preguntarle como es que en estos días, sigue haciendo el reparto de esa forma tan tradicional, como es que no deja el pan también en alguna que otra vivienda, o si tengo algo más de suerte y coincido con quien sale a recoger el pan, preguntarle como ha conseguido que su panader@ tenga el detalle de dejarle 'su pan' calentito, a puntito de comer en su propia puerta·
Inicialmente fue casi la impresión de haber visto algo que aparentemente estaba fuera de lugar, algo que parecía estar donde no es lo habitual.
Las talegas, esas bolsas de tela, dobladas por la mitad, cosidas por los lados, formando una saca, y que en la parte superior tienen una cinta, corrediza, que sirve para cerrarla.
Talega sencilla con ganas, hasta el punto de hacer popular la expresión "Más fácil que el mecanismo de una talega"
En otros tiempos, era habitual ver de madrugada, en la mayoría de las puertas o ventanas de las casas, una talega, en espera de que pasara quien había estado toda la noche amasando y haciendo el pan, para que al levantarnos pudiéramos saborear algo tan sencillo y rico como un cacho de pan calentito la mayoría de las veces, apenas untado en mantequilla, con una taza de café con leche humeante.
Después del primer mordisco al pan, humedecer un poco el pan, con la mantequilla en la taza de café con leche, para que poco a poco, se fundieran los sabores.
Era la época en que l@s vecin@s se conocían, se saludaban, se pasaban por las tarde, a veces incluso por las mañanas, a tomar café, a ayudar en lo que hiciera falta, a pintar parte de la casa, a encalar las paredes, época en que las casas, muchas veces estaban con la puerta apenas 'entornada', de forma que si querías pasar, solo tenías que quitar la aldaba, o tirar del cordón, para que al tiempo que se abría la puerta, entrabas saludando con un "Se puedeee", casi al tiempo, que desde alguna parte de la casa, llegaba la respuesta "Estás en tu casa, venga, pasa".
Desde esa época, no había vuelto a ver una talega en una casa. Y menos todavía en un ciudad, en una zona residencial.
Tanto me llamo la atención, que no quise dejar para otra ocasión comprobar que realmente era una talega lo que había visto colgada de la puerta.
Aproveché, di otra vuelta por la misma calle, ahora con calma, un poco más despacio, prestando atención además de a todo lo demás, a la zona donde me pareció ver la talega.
Y sí, allí estaba, colgada, cumplida ya su misión, con el pan (es de suponer por la hora) en su interior, sin rastros de quien lo había dejado, esperando que alguien lo recogiera, lo pasara al calor de la casa, lo pusiera en la mesa, y lo untara con mantequilla, con mermelada, puede que incluso lo destinarán a acompañar algún manjar, unos dátiles, unos higos secos, algún cachito de queso 'viejo', y si llegaba al mediodía algún plato de ropa vieja, algún potajito o vaya usted a saber.
Con este gesto tan sencillo, tomar prestados 5 minutos al resto del día, que es lo que tardé en dar la vuelta, tomar de nuevo esa calle, ver la talega, recordar la de veces que era yo quien recogía la talega de donde la habían dejado colgada, en casa de mis padres, para preparar el desayuno e ir a la aventura que suponía ir a la escuela.
Ese día, con algo tan simple, ya me sentí bien.
En ocasiones, al pasar por esa zona, he buscado la talega, he vuelto a pasar por esa calle, y la mayoría de las veces he visto la misma talega, o por o menos una con la misma tela, con el mismo color.
Ahora que ya sé que el hecho de que la talega estuviera colgada ese día no fué casualidad, estoy por ver si una de dos, encuentro un día a quien pone el pan, para preguntarle como es que en estos días, sigue haciendo el reparto de esa forma tan tradicional, como es que no deja el pan también en alguna que otra vivienda, o si tengo algo más de suerte y coincido con quien sale a recoger el pan, preguntarle como ha conseguido que su panader@ tenga el detalle de dejarle 'su pan' calentito, a puntito de comer en su propia puerta·
5 comentarios:
Que recuerdos me han llegado al leerT.Cuando el panadero o el que repartía el pan nos dejaba el pan colgado de la puerta o en el 'quiciá' de la ventana colgado en la famosa 'talega'.
Volver a esos tiempos que alegría.Ya sabes pregunta a ver si te lo pueden dejar a ti también ;-P
CUI
Sí?
La facilidad que al parecer tenemos para con poquita información rescatar de la memoria cositas de las que apenas nos acordábamos
Si además sirven para que alguien más lo pase bien, ha merecido la pena :-)
la imaginacion al poder
tio esta feten
Bueno, pero falta el dinero que se le dejaba al panadero y que los niños cogian si lo sabian.
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