19 agosto, 2008

Parras


Además del desayuno, que .:· saboreé ·:. , de recordar cuando por las mañanas, en casa de mis padres, todavía en la época escolar, con frecuencia, el desayuno era ese, una escudilla de café con leche, un buen trozo de pan con mantequilla , y "Hala, a estudiar"

Gracias a esa segunda tandas de bollos, me invitaron a tomar café. O fue al revés, que como había una invitación a café en el aire, decidí preparar unos bollos, algo que llevar, algo que compartir.

Vaya novedad, verdad?, que me inviten a tomar café.

En este caso, además del café, agradecí la invitación, el lugar, dejar por un buen rato las prisas y los agobios, para casi perderme (en el sentido literal, o mejor dicho, en el sentido 'geográfico') por caminos que no recuerdo haber utilizado·

·Siguiendo las indicaciones, después de casi una hora de camino, de conducir, después de poco a poco ir dejando las vías principales, para ir acercándome a donde me habían invitado a tomar café.

Hasta el penúltimo cruce, iba por caminos que conocidos para mi, por los que en ocasiones, aunque hace años, pasaba con cierta frecuencia. Notar como con la misma facilidad que algunas cosas habían cambiado, otras siguen inalterables al paso del factor humano, que casi siempre, es el que se empeña en modificar las cosas, en alterarlas, en intentar adecuar el entorno muchas veces a su capricho, en vez de hacerlo como debe ser, adaptarnos nosotr@s a lo que la Naturaleza nos deja disfrutar.

Al tomar este penúltimo cruce, deje de un lado 'toito' lo demás, para poder centrarme al ciento por cien, en ese camino que no conocía, repleto de curvas, de entradas, de salidas, de arbustos que de repente invaden la calzada, de tramos en los que puede pasar solo un coche, y eso si vas con cuidado.

Si en ves de conducir con cuidado, siguiendo el sentido común (aunque nadie sabe porqué le llaman así, si al parecer es el menos común de los sentidos). Si conduces sin prestar atención, como mínimo puedes terminar con las puertas del coche llena de arañazos, ya sea de las zarzas, de las cañas, o de los matorrales que de vez en cuando reclaman palmo a palmo, ese trozo de monte, que hace tiempo convertimos en camino de paso.

Si no tienes ese poquito de suerte, es probable que tengas que buscar ayuda, para sacar alguna de las ruedas de las acequias que con frecuencia van bordeando el camino.

Prestar atención además de a la carretera que estaba a la vista, a los tramos de carretera que todavía no podía ver. Curioso, pero es así. Ese tramo de carretera que tienes frente a ti, ese que ves, por supuesto que debes prestarle atención, pero que carajo, a mi me interesa mucho más la siguiente curva, ese trozo de carretera que veo empieza a descender, o esa maraña de zarzas que ocupa casi la mitad del camino, y me impide ver lo que está por llegar.

Casi a cada instante ir 'mirando' los sitios por los que he pasado, tomar referencias de los cruces, de lugares destacados, para cuando vuelva otro día.
Prestar atención a ese pequeño ensanchamiento de la carretera, apenas perceptible, o a ese trozo de tierra de cultivo, donde si hace falta, puedo 'arrimar' el coche, por si necesito volver hacía atrás, para dar paso a quien venga de frente.

Este tiempo, ese trayecto también lo disfruté.

Llegar, dejar el coche, caminar un poco, saludar a quien estaba desde la mañana, a quien había organizado la fiesta, a quien había participado en el asadero.

Sentarme bajo una parra, el asiento, un bloque puesto de pié, con una tabla en la parte superior; la mesa, unos cuantos bloques, sosteniendo un trozo de contrachapado; los demás asientos, una silla de madera, una lata de pintura, y casi cualquier cosa en la que un ser humano pueda sentarse.

Bajo esa sombra que nos proporciona la parra, se filtran algunos rayos de sol. Rayos que si te quedas quiet@, si dejas que acaricien durante un rato, la misma parte de tu piel, empiezas a notar lo que puede llegar a picar el sol de primeras horas de la tarde.
Mientras tratas de guardar el equilibrio, sobre ese bloque, que esta algo desnivelado; moverte con frecuencia, para que ese rayo de sol que se empeña en jugar contigo al escondite, en seguirte donde quiera que te muevas; girarte a un lado o al otro, para mantener una de las dieciséis conversaciones simultáneas que hay entre l@s escas@s cinco que vamos a tomar café.

Tomar ese café, recien hecho, sintiendo la brisa que corre bajo la parra, disfrutando de unas vistas panorámicas, oliendo el olor a campo, a eucaliptos, a parra, a nisperero.

Tomar ese café, aunque fue uno de lo mejores de repartir bollos, todavía iba a mejorar.
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